lunes, 5 de enero de 2009

DE BLOGS Y CONECTIVIDADES

A veces nuestra capacidad de observación se entretiene con algunas percepciones en las que rara vez se repara (de esto saben mucho los surrealistas). Una impresión de este tipo me llevó a pensar en el sentido de los blogs que circulan en cantidades ingentes a través de la red. Me dio por imaginar de pronto, que los blogs son algo así como pequeños mundos unipersonales que flotan en el ciberespacio con corazón propio. Un blog (que casi nunca es colectivo por más que uno se empeñe) es el portavoz de un estado de ánimo intransferible; un ágora de meditación personal cuyos soliloquios se empaquetan en archivos y se lanzan a la red a buscar los ojos del mundo, porque ¿alguien se imagina qué sentido tendría un blog sin posibilidad de viaje? Todo el esfuerzo realizado quedaría abocado a un mero amasijo de archivos encerrados (y finalmente destruídos) en las tripas de nuestra computadora; tal y como ocurría hace años, cuando lo que se pretendía comunicar sólo era posible a través del teléfono o las consabidas cartas ¡Cuántos científicos, mujeres y hombres de letras, suicidas o enamorados, habrán guardado sus reflexiones o "estados de ánimo" en un cajón que, con el tiempo, alguna mano anónima hizo desaparecer para siempre ¡Qué lástima me produce el intento fallido de la palabra que no llegó a decirse. La carpeta donde quedaron nuestras "pequeñas cosas" (como dice Serrat) y que el tiempo se llevó para siempre junto al humus de los años que fueron forjando las polillas, o la familiar carcoma que, con monótono sonido, devastaba incansable por las noches el viejo aparador! Tengo la delirante impresión de que un blog es una curiosa mutación del yo que busca prolongarse para huir de lo extinto que subyace en nosotros, conscientes de que sólo somos una breve semilla de olvido inevitable. También un blog puede llegar a ser, sin embargo, la fuerza invisible que provocó tu lágrima, cuando una de estas esferas del ciberespacio consiguió contagiarte su "estado de ánimo" mediante un verso, o logró que viajaras con una imagen, o consiguió estremecerte con una música que te cogió por sorpresa, o suscitó tus recuerdos con un simple hilar de palabras boceto incontenible de una emoción concreta; subjetiva, inoportuna o, tal vez, demasiado certera. Asumo con satisfacción que, por primera vez, el mundo está más interconectado que nunca; aunque no por ello, esta realidad esté basándose en una comunicación equilibrada en lo aconsejable y veraz en la intención. Interconectadas están también mi lavadora, la lámpara de la mesilla, mi televisión o mi cafetera, y no por eso entienden nada sobre la energía misteriosa que hace que eso sea así. Interconectada está la bala que en un mismo segundo mata a inocentes en distintos lugares de la Tierra, y no por eso saben qué es lo que ocurre en el mundo para que eso sea así. Interconectados están los cerrojos que abren y cierran las celdas de mil cárceles del mundo con diferente suerte para quienes entran o salen de ellas, sin que condenados ni absueltos conozcan realmente la oscura razón que deteminó su "suerte". Conocer no siempre es saber. Sólo sabe quien se cuestiona. Por las noticias conocemos pero no por eso sabemos más. Las noticias forman hoy un paradójico binomio: a mayor información mayor desconocimiento. Quizá en otro momento mi "estado de ánimo" se vea abocado a hablar de "calidad y finalidad de la información en nuestros días" (bonito título para un libro). Volumen de información sólo significa cantidad, pero también saciedad, reiteración sobre las mismas cosas y los mismos hechos, sin que la terca experiencia sirva para que crezcamos en lo sustancial de nuestra esencia: lo humanístico. Información puede llegar a ser, y de hecho lo es, saciedad, reiteración, hartazgo, y en su versión más negativa arcada, rutina, disolución, voluntad de desapego informativo como mecanismo de defensa ante tanta indigestión de mentira... Dije que un blog es un "estado de ánimo", aunque ya veis que a veces es también un "estado de sitio". Durante estas fiestas de carnaval y esperpento me he querido divorciar del mundo. Me encuentro en estado laxo (o eso quisiera) como mi lavadora o mi maquinilla de afeitar, y ya no sé qué es lo que más me confunde, si el trasiego de caretas que obsevo estos días junto al mecánico descorchar del cava, o el genocidio que Israel, pongo por caso, está llevando a cabo en Gaza bajo la estrella mentirosa de la Paz como testigo ¿Tuvo algo que ver la coincidencia festiva? ¿La ventana satisfecha del mundo mirándose estos días su bullicioso ombligo?, o es simplemente que los bombarderos judíos se pusieron nerviosos, o que a la conectividad de las Fiestas Navideñas y a Oriente Medio les ocurre lo mismo que a mis electrodomésticos, que desconocen la fuerza misteriosa (en este caso del odio) que los mueve ¡Qué miedo y qué asco las incertidumbres de todos los principios de siglo! Estamos en plena metáfora de Bertolt Brecht; ya sabeis: nosotros no somos negros. Mañana tocará África, algún lugar de Sudamérica o, tal vez, el continente asiático..., ¿o está siendo hoy? Temo acabar siendo negro, o padecer la misma ignorancia que mis electrodomésticos, y no llegar a entender nunca qué ocurre en realidad conmigo, las noticias, la prensa, los telediarios, internet, y este perro mundo.

No hay comentarios: